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Sofía Márquez
Narrativa de espacios
La Catedral del Señor de Tabasco
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Una noche más reflexionando en mi cuarto
Una noche más en mi cuarto reflexionando.
Una noche más sintiendo como mis pensamientos se desbordan por paredes sin tener salida.
Nunca ninguna otra noche me había parecido más claustrofóbica como esta, en la que el constante recordatorio de que tenía prohibido salir era más que atronador a mis oídos.
El cansancio lo podía sentir en el cuerpo como una realidad, pero la fantasía me mantenía lo suficientemente despierto como para no poder ser capaz de conciliar el sueño.

Imagen 1. Fachada de la Catedral del Señor de Tabasco
Fotos por: José Pérez.
Sin rumbo ni destino, decido ponerme mis zapatos y dejar que mis pies me guíen a donde lo deseen.
No pasa mucho tiempo hasta que mis ojos se acostumbran a la iluminación y me veo frente a la Catedral del Señor de Tabasco.
Sorprendido por las decisiones de mi cuerpo y mente, que esta noche se sienten uno mismo, me toma unos segundos decidir si entrar a ella o seguir contemplándola a la distancia, donde el cielo oscuro y las estrellas lejanas hacen parecer que la estuvieran enfocando solo a ella, esta noche tan fría y llena de mis reflexiones.
Su estilo barroco, flanqueada por dos imponentes torres me hacen sentir minúsculo, y por un momento tengo el impulso de subir y ver a la ciudad en su punto más alto, sólo por el placer que la experiencia pudiera darme, sin ningún otro fin mas que mis deseos más egoístas de aventura.
Me acerco lentamente cual polilla seducida por la luz, hasta que me topo con un obstáculo que me hace chocar con suavidad. Extrañado veo una gran barda protegiendo lo que a mí me parecía tan magnánimo y posible. A punto estoy de retomar los mismos pasos que me hicieron llegar aquí, hasta que en un impulso decido subirme y saltar la barda que tanto me impide avanzar.
Al instante en que piso el otro lado de la barda me siento poderoso y libre, decidido a conseguir lo que tanto ansío.
Camino a su entrada y en cuanto abro la gran puerta de madera me siento recibido y, aunque me sigo sintiendo pequeño, al mismo tiempo me siento acogido. Me devuelve a la época que tanto extraño, aquella donde podías abrazar a tus seres queridos sin preocuparte de las consecuencias, al momento donde podías darle las gracias a un desconocido.
Mientras cierro la puerta, conmigo dentro, me acaricia una ráfaga de viento que al mismo tiempo que roza mi rostro siento que se lleva con ella todas mis preocupaciones. Aunque sé que debería sentirme intranquilo por estar en un lugar sin el debido permiso otorgado, estoy demasiado cómodo para demostrar arrepentimiento. Una parte de mí sabe que tengo el permiso de ser el único espectador del interior de la catedral esta misma noche. Con lentitud camino al altar mayor, protagonizado por una gran cruz de bronce que con mucha elegancia y soltura se proclama el centro de mi atención por varios minutos.
Me toma un tiempo encontrar la manera de subir porque, aunque la planta es libre, tiene varios escondites y puertas corredizas, haciéndome sentir en una especie de laberinto de rutas dudosas.
De escalón en escalón me cuestiono mis acciones y los peligros. Por primera vez dudo de estar haciendo lo correcto, de si debería seguir con esta aventura o intentar regresar a mi hogar para remediarla. Me detengo en el penúltimo escalón considerando mis opciones en silencio, dándome cuenta de que el silencio que alguna vez me llegó a asustar tanto en mi día a día ahora me brinda la suficiente templanza como para pensar.
Llevo toda la noche tan ensimismado en mis cuestionamientos y dudando de mis pasos, que no me doy cuenta de que comienza a amanecer hasta que la luz acaricia los escalones. Esa es la señal que yo tanto necesitaba para seguir, y a la vez concluir mi travesía.

La luz me guía lo suficiente como para subir los últimos pasos hacia la cima, y una vez ahí me recuerdo que la vida es mucho más que todas mis preocupaciones y dudas, que en realidad todos mis cuestionamientos son un testimonio de que tengo el gran regalo de tomar decisiones, y con ellas tengo el privilegio de tanto sufrir como disfrutar las consecuencias, siempre teniendo presente que cada respiro me brinda una nueva aventura.
Imagen 2. Campanarios de la Catedral del Señor de Tabasco
Fotos por: José Pérez.